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13/5/08

Un joven mariposa

Estudioso, deportista y portador de cáncer... Tras dos años de su partida, la experiencia de lucha y persistencia de Jesús Óscar Chaves sigue viva como un ejemplo a seguir. A través de los recuerdos de sus familiares, amigos, compañeros y profesores, reconstruimos esta historia de valor.

Caterina Elizondo

Él estaba en el colegio porque quería salir adelante. No porque lo obligaron. Y quería demostrarse que, aún con su enfermedad, podía hacerlo. Mientras muchachos faltan a clases porque no tienen ganas o no van a los entrenamientos de algún deporte por un dolor pasajero, él dejó una lección de firmeza y lucha no sólo contra esas tentaciones juveniles, sino contra el cáncer.

Jesús Óscar Chaves, Chuz para algunos o simplemente Jesús para otros, fue un joven con la misma vivacidad que cualquier otro de 16 años. Pero justo antes de cumplir sus 17, en noviembre de 2003, le fue diagnosticado un tumor detrás del riñón y una trombosis en la vena cava. Esto no evitó que se dirigiera con la misma sonrisa de oreja a oreja y su espíritu servicial a todas las personas que lo rodeaban.

Callado, tímido y respetuoso, pero también alegre, vivaz y bromista, de acuerdo con el momento; así es recordado Jesús Óscar por sus amigos, compañeros y profesores. Este muchacho de caminado coqueto -como define su madre, Alba Fuentes- se esforzó hasta el último momento por superarse en lo que hacía. Cuando el dolor físico le impidió continuar sus duros y constantes entrenamientos de natación, siguió luchando por defender lo que pensaba que le quedaría para toda la vida; sus estudios.

Niñez con espíritu.- "Desde pequeñito -dice su padre, Félix Chaves-, Jesús Óscar era muy responsable. Recuerdo que una vez llegué tarde a la casa porque tuve que llevar a la mamá al hospital, y él me reclamó que por qué no lo había llevado a la escuela, si él quería ir". Tanto él como su hermano, Félix David, estaban en la escuela Villa Paraíso, en Paraíso de Cartago. Doña Alba comenta que "aunque se le viera distraído, él estaba concentrado, porque si le preguntaban algo, él podía contestar".

Su paso por la escuela fue tan rápido como cuando se ve un niño crecer. Pronto hizo los exámenes de admisión para diversos colegios de la provincia, y finalmente se decidió por ingresar al Jorge Volio, en Cartago Centro.

Aprendiendo a volar.- Al tiempo que empezó esta etapa nueva, surgió también la motivación de practicar un deporte. Impulsados por los deseos de su padre-puntarenense de origen- de que aprendieran a nadar, pronto se les vio sumergidos en el agua fría de la piscina olímpica brumosa. Él desarrolló su afición por el estilo mariposa y, dados sus progresos y continua superación, participó en distintas competencias; "voló" sobre el agua incluso en Honduras.

Ricardo Bonilla, uno de sus amigos más cercanos, recuerda que todos los días, después del colegio, Jesús Óscar iba a nadar. Sus jornadas eran largas porque las clases empezaban a las 7:30 de la mañana y los entrenamientos terminaban alrededor de las 8 de la noche. Era cansado, después, tomar el bus e ir hasta Paraíso, donde llegaba alrededor de las 9. Pero todo cambió cuando la familia se mudó más cerca, a Guadalupe de Cartago, y con un cambio de entrenador, ahora la jornada se volvía más provechosa y podía entretenerse con otras distracciones.

Travieso hasta en clases.- Sus amigos mencionan que, después del colegio, iban a algún café Internet a jugar juegos en línea. "Íbamos normalmente muchos compañeros. Cuando Jesús empezó a faltar por sus tratamientos, dejamos de ir. Se notaba mucho su ausencia" cuenta Armando Rivera.

Aunque su dolor en la espalda persistiera, el sentido del humor y las ganas de graduarse con sus compañeros eran más fuertes que la enfermedad.

Entre risas disimuladas porque el profesor acababa de entrar a la clase, cuenta Ricardo, el grupo de amigos se disponía a poner atención, mientras uno de ellos daba cuenta que su bulto ya no estaba a la par de su pupitre. Con las costuras hacia fuera y los cuadernos en su interior, el bulto era escondido por algún "vuelve-bultos". Y Jesús Óscar también tomaba partida en este juego de complicidad, siendo uno de los principales. Tanto así que una vez, por tratar de esconder un bulto cerca de una alcantarilla, se le atoró el pie entre dos varillas y no podía salir. Traicionado por su risa y su incapacidad de desplazarse, Jesús Óscar fue rápidamente identificado.

Lucha constante.- Deportista a más no poder, se involucró también con basket, fútbol y voleibol. Pero no dejaba de lado el orden, la organización y la responsabilidad que lo habían orientado siempre. Javier Campos, uno de sus amigos de natación, menciona que hasta en el fondo de pantalla de su computadora tenía un calendario con las citas médicas apuntadas. "¡Él era todo lo contrario a mi!", lo interrumpe su hermano Félix David. Ambos se ríen. El sueño común de los tres era que "cuando fuéramos grandes tuviéramos carros finos para salir a pasear con la música a todo volumen".

Y ni siquiera el hecho de estar débil le quitaba las ganas de ir al colegio. El día anterior a un examen de química, tras ser sometido a quimioterapia, tuvo desmayos que no le habían permitido estudiar lo suficiente. Aún así, fue la nota más alta de su grupo.

Los profesores nunca le hicieron ninguna distinción, más allá de permitirle realizar algunas pruebas en el mismo hospital donde debían internarlo. Por otra parte, él tampoco quería recibir ningún trato especial. Sin embargo, por la solidaridad e identificación con él, sus compañeros de generación quisieron dedicarle el anuario y algunas palabras durante su graduación.

Un joven noble.- Otro de sus amigos, Vladimir Rojas, menciona que no le gustaban las personas que se hacían pasar por listas. Jesús Óscar se destacó por ser una persona humilde, sin pretensiones de sobresalir; "tenía muy arraigados sus valores familiares" dice Randall Pacheco, su profesor guía en quinto año. Dios también estaba entre sus pilares. Mientras se mantenía ordenado en sus asuntos, pendiente de las labores hogareñas y atento a agradecer siempre cualquier gesto de los demás, quienes lo rodeaban no imaginaron que el cáncer pudiera ganar esta competencia. Su hermano dice que él lo recuerda "así, con una sonrisa bien grande, siempre feliz", haciendo burla de lo que tenía con un gesto de indiferencia con la mano. Nunca fue de dejarse llevar por lo que decía la gente, y eso se lo enseñó a sus amigos: a valerse por sí mismos.

Abrió sus alas.- En la página que le correspondía en el anuario que le fue dedicado, se puede leer: "Agradezco a quienes en algún momento rezaron o preguntaron por mi salud, porque no saben lo que directa o indirectamente me motivaron a seguir adelante". Y fue precisamente todo este apoyo lo que lo impulsó hacia la vida universitaria. Un primer año de generales bastó para que mantuviera viva su "ilusión" por convertirse en un profesional en contaduría, ya que el 27 de abril de 2006, emprendió el vuelo Jesús Óscar; aquel que le enseñara a todos que "uno está mejor que algunos, y peor que otros".

1 comentario:

Jacqui Solano dijo...

Linda Historia.
Me parece que Cate se la jugó bien, considero que es complicado escribir sobre este tipo de temáticas, principalmente pq llevas a la familia recordar algo doloroso.
Al inicio creo q pudiste obviar la frase que dice algo como deportista y portador de cáncer...creo que lo victimiza y según entiendo eso fue lo que él nunca quizo.
A nivel de formato lo hubiese preferido sin los titulitos, es que me corta la fluídez del texto.
Peros sin duda una linda historia