Un aula virtual para los cursos de periodismo de la UCR. Acá podremos aprender a ejercerlo, analizar casos y compartir experiencias.

15/4/08

La vía de las destrezas

Aunque hay quienes afirman que sus trabajos no pueden considerarse "de verdad", un malabarista, un creador de figuras a base de hojas de palmera, y un "abre puertas" de taxis subsisten en gran parte por el desarrollo de esas actividades.

El sol arde en la ciudad de San Pedro y calienta los cuerpos de quienes transitan, ya sea en automóvil o a pie, por las vías aledañas a la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Las nubes adornan el cielo cual algodones, los pájaros presentes en el firmamento son escasos y vuelan impetuosamente, la brisa es suave y apenas aplaca los rayos fulgurosos del sol; pero al descender la vista hacia la carretera toda la belleza capturada por mi mirada se esfuma poco a poco, y predomina más bien el caos vial, la polución, veo árboles "esqueléticos", se oyen frenazos, ambulancias, gritos de choferes, el murmullo estridente de la gente… A lo lejos se distingue a un hombre que lleva en sus bolsillos unas largas ramas verdes, camina a lo largo de los autos, los esquiva y aprovecha cada vez que el semáforo está en rojo para ofrecerles a los conductores o a sus acompañantes un determinado producto que desde mi horizonte es imperceptible. Unos lo aceptan y proceden a pagarle, otros de manera indiferente lo rechazan.
A medida que me acerco, mis ojos se detienen fijamente hacia el objeto de mi interés – el que le ofrece el hombre a las personas-. No puedo creer lo que veo: un gigantesco insecto, en realidad es un grillo. Pero, ¡un momento!, este no es real, está hecho a base de ramas. ¡Por supuesto, las ramas de su bolsillo, para eso eran!
Maikel Sánchez, de 24 años, se dedica a elaborar este tipo de figuras desde hace 4 años, cada una tiene un valor de ¢250.
"Me encanta el arte, esto es para mí lo que usted ve: arte", asegura con cierta timidez en su voz.
Tres días a la semana el joven de tez morena, quien es aficionado a la Selección Nacional de Fútbol y tiene 4 hijos, aborda el bus de Granadilla hacia la UCR y se baja en el Outlet Mall, cruza la calle, y recorre presurosamente el campus Rodrigo Facio, para luego estacionarse en la transitada vía y comerciar así sus creaciones.
"-¿Y quién le enseñó a hacer estas figuras?".
"-Ahí he ido aprendiendo, paso a paso, hay gente que me ha ayudado".
"-¿Qué otras cosas hace aparte de grillos?"
-"Rosas, sombreros, corazones".
- "Quiero una rosa, ¿puede hacerme una?"
-"Sí, claro".
Maikel emprende la tarea, con sus dedos desliza las diferentes extensiones de la rama y de una manera un tanto inexplicable para mí, le va dando forma a la flor.
De repente, aparece un joven que porta una camisa celeste de rayas, su nariz está tostada por el sol, le dirige la palabra a Sánchez, parecen ser viejos amigos.
-"Aquí está su rosa", dice, luego de haber invertido menos de 2 minutos en su elaboración. La flor tiene cuatro pliegues y dos ramitas pequeñas que quedan guindando en su parte superior, esta es sostenida por un palillo de dientes de color amarillento.
-"Está bonita, ¿quién le enseñó a hacerla?".
- "Precisamente, Jordi, hace un tiempo" (el joven que acaba de llegar).
- "¿De veras? Que bien. Y Jordi, ¿usted trabaja, cuántos años tiene?"
- "Sí, le abro puertas a las personas en los taxis allá en el Mall San Pedro, tengo 14 años".
-"¿Y va a la escuela o al colegio?"
- "Ajá, estoy en sétimo, soy de Los Cuadros de Purral de Guadalupe, voy al colegio de ahí".
- "¿Y por qué trabaja, además, cuántas horas al día?"
- "Para ayudarle a mi mamá que es ama de casa y para comprarme mis cositas, no me gusta ser un mantenido. Trabajo 1 ó 2 horas al día, me voy cuando haya apiñado cierta platita. A veces reúno ¢5.000 al día o ¢10.000, depende. Hay gente que no paga, igual uno les abre la puerta y no dice nada, siempre trato de ser muy respetuoso con todos, nunca hay problemas".
- "¿Y cuántos jóvenes más trabajan en esto, ahí en el Mall, todos son menores de edad?"
- "Somos como 8 ó 9, sí, son menores de edad, solo hay uno que es mayor".
- "Cuénteme, ¿le gustaría seguir estudiando?"
- "Sí, claro".
- "¿Qué carrera le gusta más?"
- "Quiero ser doctor… O abogado, para sacar a todos mis primillos de la cárcel", dice mientras suelta una carcajada.
- "Yo tengo un primo que es narcotraficante, hace poco salió de la cárcel, iba a comprarse un Hummer pero con la plata mejor contrató a un abogado, pero ahora anda con el Hummer, siempre se lo compró".
- Pero, usted no anda en esos pasos, ¿o sí?
- "Ah, no, yo no, ¡qué va!"
Después de un rato, Jordi Alvarado se aleja, afirma que va a trabajar.
- "Hasta luego muchacha, hasta luego, Maikel".
- "Adiós".
- "¿A qué hora llegan los malabaristas, Maikel?"
- "Deben de estar por llegar, siempre vienen a esta hora".
- "Voy a esperarlos, entonces".
- "Ok, yo voy a seguir vendiendo".
El joven prosigue su camino, cruza la calle, y continúa su rutina, va de carro en carro, viendo a quién le interesa adquirir su mercancía.
Me siento en la cera, con la esperanza de que algún malabarista arribe, y mientras lo hago, 10 personas cruzan el paso peatonal rápidamente, evidentemente todos tienen prisa.
Luego de 10 minutos, como los malabaristas no llegan, decido cruzar la calle y en las afueras de la soda de Derecho preguntarles a algunas personas qué piensan del trabajo que desarrollan Jordi, Maikel y los mismos malabaristas.
- "Esos tipos de trabajos no deben dejar mucho, no sé por qué no trabajan en otra cosa, no están enfermos", considera Andrea Almanza, estudiante de Salud Ambiental de la UCR.
- "Sí, es cierto, son muchachos, no señores, deberían buscarse algo mejor", asiente Alma Rivera, quien cursa la carrera de Farmacia.

Justo después de hablar con las jóvenes me asomo por la verja negra que comunica a la Universidad con la vía pública y sorpresa, hay un malabarista vestido de manera muy particular, con un sombrero negro, un chaleco gris y una pantaloneta, parece ser bastante excéntrico, sobresale su cabellera desordenada, pues tiene en su pelo lo que se conoce como "dreadlocks".
El semáforo se tornó rojo, el joven corre y lanza al aire sus clavas, son tres, de color blanco, lo hace bien, pero el espectáculo que ofrece en realidad es sencillo. Al pasar por los carros, recibe dinero de algunas personas, otras parecen ignorarlo.
- ¿Cuál es su nombre, muchacho?
- Me llamo Lucas Riera, me dice, luego de que sin gran dificultad logro descifrar a través de su acento que es argentino.
- ¿Y qué hace un argentino malabarista en Costa Rica?
- "He recorrido diversas partes del mundo: Centroamérica, Europa (España, Suiza, Francia, Italia), Suramérica. Me gusta viajar, y llevar mi arte, mi espectáculo, yo también hago artesanías y toco mi guitarra, canto, damos espectáculos para niños también… Llevo 8 meses en Costa Rica".
- "¿Qué piensa de la gente que estima que lo que usted hace no es un trabajo de verdad, qué les diría a esas personas?"
- "Que están equivocadas, las expresiones artísticas sí son un trabajo, esto es en lo que me desempeño día a día, a veces solo o con otra gente de otros países. A veces me va mal, a veces bien, pero gano lo suficiente".
- Me contaron que la mayoría de malabaristas que hay en el país son extranjeros, ¿es cierto?
- También hay ticos, pero sí, hay dos italianos (con los que trabaja), 2 argentinos más, 1 panameño y de otros países…
Riera, de 25 años, afirma que su vida es un aprendizaje continuo.
- Siempre estoy aprendiendo de todo, de la gente a mi alrededor, manifiesta con una sonrisa en el rostro.

Luego de un rato de plática, el joven se marcha y cruza como otras personas lo han hecho decenas de veces en el día, el semáforo peatonal, camina lento, dice que irá a un bar "por aquí cerca" y que luego seguirá trabajando.
Procedo también a cruzar la calle, pero antes me tomo un minuto para mirar a mi alrededor, Maikel se había ido también, la carretera estaba libre únicamente para el tránsito de los autos y los peatones, no había más vendedores, ni artistas.
Dirigí mi vista hacia el cielo, y todo permanecía igual, la hermosura de la creación, su esplendor, el sol continuaba siendo potente, quemaba mi rostro, las nubes seguían engalanando el firmamento con sus pulcras figuras, pero ya no había ni un solo pájaro, se habían marchado los pocos que visualicé minutos atrás, quizás cansados del bullicio de la metrópoli y de sus contradicciones.

Joanna Nelson Ulloa.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Joanna me encanta su relación con los entrevistados. Me gusta su forma de redactar los hechos, me sentí al lado tuyo presenciando todos los acontecimientos registrados en su crónica.
Me atrae la atención la manera en que presentás la contradicción tanto del paisaje urbano-rural, como de la imagen que uno tiene de... un joven de 14 años por ejemplo con la situación parecida de muchos jóvenes como Jordi.

Simone dijo...

Me pareció muy interesante la forma en que pone a hablar a las personas y de cierta forma deja que sean ellas las que nos cuenten la historia en sus propias palabras.

Támbien, recojer los distintos puntos de vista de tres personas que muchos podrían considerar "vagos", pero que en realidad luego de leer tu crónica, la impresión que queda es diferente.

Buena crónica, me agradó y tiene un buen ritmo.

Benjamín dijo...

Joanna creó personajes a partir de hechos cotidianos. Estas personas tienen estilos de vida que la crónica devela a través de los diálogos, con una extensión precisa (las conversaciones son suficientes para conocerlos y no demasiado extensas para deja de leer la crónica).
La relación que se establece con las fuentes es fundamental para el desarrollo de la crónica.
Desde mi perspectiva, el uso de la primera persona me parece excesivo, sin embargo es parte del estilo narrativo del texto.

Andrea dijo...

Excelente las conversaciones, el hecho de dejar que sean los personajes que nos cuenten la historia es un muy buen recurso que permite sentirnos más cerca, creernos más lo que sucede.
Sentí como si hubiese conocido a los personajes, los pude ver y escuchar. El uso de la primera persona lo maneja de muy buena manera, es una crónica que nos muestra el proceso de cómo se hizo la crónica.
Me llevó al lugar de los hechos, me entretuvo y me motivó leerla hasta el final. A mi parecer y a mi gusto es una muy buena crónica.

Otra excentricidad dijo...

También me encantó el trabajo de Joanna. El título de por sí llama mucho la atención. ¿Cuál Vía? ¿Cuáles Destrezas?

Y luego fue como leer una serie de mini-semblanzas organizadas cronológicamente. Me encanta leer de estos personajes. Los que uno casi nunca llega a conocer.

Tiene un muy buen hilo conductor que jala al lector hasta el final. La felicito por una excelente crónica.