Un aula virtual para los cursos de periodismo de la UCR. Acá podremos aprender a ejercerlo, analizar casos y compartir experiencias.

15/4/08

Viernes Santo de lagarto

Un Viernes Santo, un día en el cual la mayoría de las familias costarricenses se reúnen para recordar a Jesús, asistir a la misa y las procesiones, y donde por respeto en el almuerzo y en la cena no habrá carne.


Es un viernes feriado para la mayoría de los "ticos", donde algunos dejan de lado los compromisos religiosos y aprovechan la oportunidad para escaparse a locaciones donde el agua cristalina choca con la arena, bajo un intenso sol invitando a "tirarse" al agua azul.

Es un día ideal para amanecer temprano, desayunar bien, ponerse la ropa más cómoda, llenarse de valor y… salir en la búsqueda de un lagarto.

Claro que no es cosa de todos los ticos, sino que es beneficio de pocos, especialmente los habitantes de Ortega de Santa Cruz, quienes año tras año, realizan la "lagartiada". La actividad es una tradición centenaria heredada de los chorotegas, quienes atribuían a la grasa del animal propiedades curativas.

El ser un Viernes Santo no es casualidad, sino que los ancestros guanacastecos creían que por ser un día sagrado el cebo del animal tendría mayor efecto curativo.

Año tras año, los habitantes de Ortega, personas humildes, de tez morena y trabajadores de la tierra en su mayoría, conservan esta tradición, la cual consiste en la búsqueda de un lagarto, la extracción de sus aguas y el paseo por el pueblo con el reptil, como muestra de un trofeo.

En los inicios de la tradición y durante muchos años, el animal era sacrificado para extraerle la grasa, pero desde hace unos 15 años, y por algunas restricciones ambientales, luego de la extracción y la marcha triunfal, el animal es devuelto con vida a las aguas, declaró Álvaro Cascante Barrantes, lagartero de más de 40 años de experiencia y organizador de la actividad.

Actualmente, la "lagartiada" es una tradición que reúne cientos de turistas provenientes de comunidades cercanas guanacastecas y del resto del país. Esta vez aproximadamente dos mil personas se reunieron bajo el caliente sol de la pampa guanacasteca para observar la caza del lagarto.

Desde tempranas horas de la mañana (6.45 a.m.), se podía observar que en este muy pequeño pueblo no era un día normal, el movimiento de personas era elevado, ricos olores de comidas tradicionales flotaban en el aire, y las expresiones en las caras de los vecinos delataban que algo especial tenía que ocurrir.

La pequeña sodita propiedad de don Álvaro se convirtió en el centro de reunión, y conforme pasaban los minutos más vecinos se acercaban, mientras algunos medios de comunicación tomaban las primeras tomas, y algún que otro turista también se avecinaba al lugar.

Adrián Ortega, de 16 años es uno de los lagarteros más jóvenes, la adrenalina es lo que más lo mueve a realizar la hazaña, al igual que su padre, don Víctor Ortega, quien ya cumple 25 años de "lagartear", habilidad que le fue traspasada por su antecesor.

El joven expresa claramente el nerviosismo, pero también el orgullo frente a su padre, quien lo apoya y está orgulloso de haber transferido la costumbre a su hijo.

Todo está transcurriendo de la mejor forma, a las 8.10 a.m. de la mañana el grupo de lagarteros está completo, y se llama uno por uno para apuntarse en una selecta lista de 20 personas, que irán a la caza asegurados por una póliza financiada por la Asociación de Desarrollo de Ortega.

El tiempo pareció volar frente a nosotros, y al observar el vecindario, ya se vislumbra una afluencia mayor de personas, mientras apenas el sol comienza a calentar la que era una fresca mañana.

Cinco minutos después, un camión ganadero se estaciona en frente de la sodita, y al llamado de cada nombre presente en la lista, los valientes lagarteros se montan en el transporte, con la esperanza de que todo transcurra de la mejor manera, y darles a la comunidad de Ortega y al público presente, el ambicionado lagarto.

Los hombres encargados de la misión son todas personas de la comunidad, quienes recibieron el legado de sus padres. Algunos más simpáticos, otros más serios, pero todos amigos o hasta familiares y con un gran valor en común: la humildad.

A las 8.20 a.m. comienza el camino de lastre de una media hora hacía el lugar seleccionado para la "lagartiada", con una fila de vehículos que seguía aumentando como el juego de la serpiente virtual, detenidos tan sólo por una colecta de la asociación en el medio del camino.

La ya extensa fila comandada por el "camión lagartero" llegó hasta un sector del río Cañas conocido como "La Guacimada", lugar que había sido vigilado previamente siendo escogido para la actividad.

A las 8.40 a.m. unos veinte lagarteros se tiraron a las aguas, protegidos tan solo por un bastón y dispuestos a enfrentarse y vencer al temido reptil, mientras alrededor de 200 personas se amontonaban en las orillas del rio, como simulando los antiguos espectáculos en el Coliseo de Roma.

Luego de hora y media, el lagarto aún no quería aparecer pese a los intentos y los gritos de los lagarteros tratando de espantar el animal y hacerlo huir de su cueva bajo las aguas del río. Este año la "lagartiada" tenía complicaciones de más aplicadas por el Ministerio de ambiente y energía (MINAE), como respetar el ambiente natural del reptil y no sacrificar el animal.

Además, la tradición estuvo vigilada todo el tiempo por un grupo de funcionarios de la institución.

Tal vez por eso todo se complicó, ya que los cazadores no podían perforar la cueva como otros años, y solo podían confiar en sus gritos, en sus pasos o en la voluntad del cocodrilo por salir de su hogar, explicó Alvín Montes, lagartero de 30 años de experiencia que este año prefirió vivir la actividad desde afuera y no como protagonista.

Mientras en el agua los lagarteros trataban de cumplir la hazaña, en los márgenes del río el público aumentaba constantemente al igual que la temperatura del sol, que a eso de las 10:20 de la mañana comenzaba a volverse insoportable, mientras ya alrededor de 1.500 personas disfrutaban del espectáculo.

Al parecer, la guarida del lagarto fue demasiado profunda para sus cazadores, que resignados, a las 10:25 a.m. decidieron desplazarse a otro sector, porque de una o otra forma no se podía regresar a casa sin el trofeo.

Y fue así como comenzó otro extenso camino de lastre en medio de cultivos y paisajes naturales. Otra vez liderados por el camión cargado de lagarteros, la fila de carros, busetas, motos y cuadras llegó hasta el río Las Palmas en la Guinea de Filadelfia, a las 12 del mediodía.

Allí, los héroes del día tendrían una segunda oportunidad de encontrar el ansiado lagarto, y de nuevo, se tiraron al agua con la esperanza de cumplir con el deseo de la entera comunidad.

El público fue fiel a los cazadores, y siguió a estos hasta la lejana nueva locación, aunque la sed y el hambre ya comenzaban a afectar a muchos impreparados, mientras otros con hieleras llenas, disfrutaban sin problemas del viernes especial.

Pese al nuevo destino y al deseo ya evidente de encontrar el reptil, el nuevo lagarto parecía estar avisado de su incomodo destino, y optó por el mismo truco del primero.

El primer clímax de la actividad llegó alrededor de las 12.15 p.m., cuando unas burbujas en el agua delataron la ubicación del lagarto y mientras los cazadores rápidamente se disponían a su captura, el público comenzaba a gritar exaltadamente.

Para suerte del animal y desazón de muchos, el reptil se escabulló de sus cazadores para protegerse de nuevo en su cueva, mientras el tiempo seguía pasando lentamente hacía un indeseado éxodo.

Eran ya las 3.30 p.m y los lagarteros no habían aún dado con su tesoro, momento en el cual ya mucho público batido por el fuerte sol y el hambre, abandonó la zona sin la satisfacción de ver al lagarto.

Algo extraño estaba ocurriendo, Ortega de Santa Cruz se estaba quedando sin su lagarto un Viernes Santo, algo que los años no recuerdan haber ocurrido.

Los lagarteros no podían dejar a su comunidad con las manos vacía, aún después de casi un entero día en la búsqueda del reptil.

Alrededor de las 5.00 p.m la tradición ancestral revivió, y un pequeño lagarto de un metro y medio fue atrapado por los insistentes cazadores.

Ya no había mucho público, el día fue agotador, sin embargo, como el valiente que no se rinde hasta obtener su objetivo, al filo del atardecer un lagarto fue tomado de las aguas del río Las Palmas.

La marcha triunfal comenzó, y pese a haber atrasado el festín, como buenos ticos, los "ortegueños" regresaron de vuelta a su comunidad tarde, pero con el ansiado cocodrilo entre las manos.

El eco popular culpó el atraso a la regulación impuesta por el MINAE de no maltratar el hábitat natural del animal, haciendo imposible así hacer salir el lagarto de su cueva para poderlo cazar.

Sin embargo, un año más se tomó un lagarto en Ortega, y la tradición se mantuvo viva con la promesa entredicha de los vecinos que la enseñanza se traspasará de generación en generación, y la "lagartiada" seguirá por muchos años más.

Tal y como estipulado por el MINAE, el lagarto fue devuelto con vida a las aguas el lunes 24 de Marzo, luego de haber permanecido dos días exhibido en una pileta en Ortega. Dato obtenido de La Nación.


Simone Martin Sillavi

4 comentarios:

Joanna Nelson Ulloa. dijo...

La descripción del suceso me pareció muy buena y los aportes históricos respecto a cuál es la razón por la cual se desarrolla la "lagarteada" también.
Hubiera sido más enriquecedor para la crónica poner a hablar más a la gente del pueblo y describirla más.

Andrea dijo...

Me parece muy bien como incluye el contexto y sobre todo los antecedentes que nos permiten saber de donde nace ésta tradición.
La redacción es fluida y las descripciones me permitieron situarme en el lugar de los hechos y me mantuvo con la intriga de si habían atrapado al lagarto o no.
Lo que le faltó, a mi parecer, es que no hay emoción, ni descripción, ni nada en el momento que al fin atrapan al lagarto, solo se menciona que lo atraparon.

Mariela Araya dijo...

La leí hasta el final y aprendí el trasfondo de la lagarteada, pero tengo que decirlo porque si no me atraganto: ¡me pareció informativa! Tal vez es mi percepción y que quedé medio triste con perio informativo, pero la manera en que introdujo la voz de las personas del pueblo es bastante aburridilla por decirlo de algún modo. Me parece que hubiese sido mejor no contar lo que ellos dijeron, sino dejar que ellos cuenten, sin el periodista como intermediario.

Además, concuerdo con Andre en que no le vi emoción alguna, no se nota un climax o una subida de adrenalina que vivió la gente del lugar cuando atraparon al lagarto, ¡porque fijo la adrenalina estaba al tope! Eso lo hubiera podido describir, contar las emociones de la gente, detalles de las expresiones... En fin, tenía mucho que explotar para emocionar a quienes leímos...

Jacqui Solano dijo...

A mi me motivo leerla hasta el final!!!. Me gustó mucho la redacción. Me descrbio escenarios pero ma falto que me hablará de la lagarteada en si!!! no se el señor que lo atrapó que nos contará o algo así